martes, 18 de junio de 2013

Una mirada de Comunicación



“Comunicar es poner en común, desatar procesos de encuentro con otras personas con las que podemos intercambiar miradas, palabras, gestos, sentimientos, ideas, pasiones (…)”[1]

La comunicación muchas veces es pensada como un proceso de transmisión de mensajes desde un emisor a un receptor utilizando un canal. Esta mirada puede ser explicada desde el modelo matemático originado en la década del cuarenta, en Estados Unidos, por Shannon y Weaver, donde la eficacia de la comunicación se mide a través de la fidelidad de recepción, es decir, cuando el destinatario recibe exactamente lo que la fuente ha originado como mensaje a transmitir. Para que la transmisión de la información de un punto a otro sea exitosa, es necesario que no exista ningún “ruido” que afecte la circulación del mensaje.
Es importante entender que Shannon estaba sistematizando un modelo de comunicación telefónica y su objetivo era optimizar la comunicación desde una perspectiva tecnológica. 

Desde este modelo informacional inicial hasta hoy se dieron conceptualizaciones, aportes y reformulaciones en diferentes momentos y desde diferentes disciplinas. 

Desde el terreno de la lingüística estructural, Roman Jakobson aportó otra dimensión al modelo matemático cuando incorporó el “contexto” en el que se produce la transmisión de los mensajes y las diferentes funciones que puede cumplir el lenguaje. Los estudios de la Escuela Funcionalista[2] irán produciendo avances sobre ese modelo al considerar la influencia de los medios de comunicación en la sociedad, el rol de los grupos de pertenencia, los efectos en las audiencias. La teoría crítica trabaja su perspectiva desde una concepción del poder y la sociedad de masas en donde los medios de comunicación se integran a las fuentes de poder y a las autoridades para ejercer hegemonía. Desde esta línea teórica se miran la ideología y la manipulación en los procesos de comunicación.

En un momento, el papel del receptor como subsidiario en el esquema de comunicación –que sólo parece modificarse cuando ocupa el lugar del emisor– lleva a realizar nuevas proposiciones desde diferentes disciplinas como la semiótica, la teoría literaria y ciertas perspectivas sociológicas como las que representan los estudios culturales ingleses, que permiten la superación de esta mirada pasiva del receptor y lineal de la comunicación. Se considera entonces a las prácticas comunicativas como espacios de interacción entre sujetos (activos, protagonistas del acto comunicativo) en los que se observan procesos de producción de sentido. 

“Los emisores ya no transmiten unos mensajes significados elaborados en virtud de un instrumento neutro. Tanto en la esfera de la emisión como en la de la recepción existe producción de sentido, y no mera transferencia de los primeros a los segundos, aun cuando ella sea desigual, no simétrica”[3].
Tener presentes estos elementos a la hora de analizar los procesos de comunicación obliga a reconocer que tanto en la emisión como en la recepción, existe producción de sentido. 

Con respecto a esto, María Cristina Mata sostiene: “De aquí que podamos recuperar para la comunicación la idea de contrato o negociación, donde ambas partes –emisores y receptores– son activas, permaneciendo diferenciados sus roles y su capacidad de operar. Es aquí que, reconociendo el indiscutible poder del emisor, debemos advertir en su discurso la presencia activa de los receptores porque ellos están presentes como término de su producción, como el otro que habla en lo que yo digo”. 

Dentro del campo académico-científico coexisten diversas interpretaciones sobre qué es la comunicación y cómo es el acto comunicativo.

Las miradas que encontramos históricamente sobre la comunicación llevan implícita una forma de ver al mundo y se corresponden con una forma teórica de ver a la sociedad y sus relaciones. Estas miradas tienen profunda relación con el contexto político en el que surgieron y con las características de los procesos de comunicación que describen.

Por esta razón la comunicación es definida desde diversas disciplinas de muchas formas, en diferentes etapas históricas. Resulta interesante entonces la propuesta de Mario Kaplún de mirar los procesos comunicativos en relación a las prácticas educativas porque, desde este planeamiento, nos muestra diferentes modelos de comunicación desde experiencias concretas por las que cada uno de nosotros es atravesado cotidianamente y nos pone a reflexionar sobre nuestras propias prácticas educativas comunicativas. 

En su libro El comunicador popular describe tres modelos de educación comparados con tres modelos de comunicación que les corresponden: el modelo que pone el énfasis en los contenidos, el que pone el énfasis en los efectos y el que pone el énfasis en el proceso. Y afirma que “a cada tipo de educación corresponde una determinada concepción de una determinada práctica de la comunicación”.

Fuente: “Comunicar el ambiente. Una nueva experiencia pedagógica”, AA.VV. Universidad Nacional de La Plata, 2009. Pp. 21-23.


[1] AA.VV. Sembrando mi tierra de futuro. Comunicación, planificación y gestión para el desarrollo local, Ediciones de la Unidad de Prácticas y Producción de Conocimientos, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2002, p. 14.
[2] El nombre de esta escuela se deriva del hecho de que las culturas se presentan como todos “integrados, funcionales y coherentes”. Por lo tanto, cada elemento aislado de la cultura sólo puede analizarse considerando los demás.
[3] Mata, María Cristina. Nociones para pensar la comunicación y la cultura masiva, Educación para la comunicación, La Crujía, Buenos Aires, 1990, p. 9.

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