“Comunicar es poner en común,
desatar procesos de encuentro con otras personas con las que podemos
intercambiar miradas, palabras, gestos, sentimientos, ideas, pasiones (…)”
.
La comunicación muchas veces es
pensada como un proceso de transmisión de mensajes desde un emisor a un
receptor utilizando un canal. Esta mirada puede ser explicada desde el modelo
matemático originado en la década del cuarenta, en Estados Unidos, por Shannon
y Weaver, donde la eficacia de la comunicación se mide a través de la fidelidad
de recepción, es decir, cuando el destinatario recibe exactamente lo que la
fuente ha originado como mensaje a transmitir. Para que la transmisión de la
información de un punto a otro sea exitosa, es necesario que no exista ningún
“ruido” que afecte la circulación del mensaje.
Es importante entender que
Shannon estaba sistematizando un modelo de comunicación telefónica y su
objetivo era optimizar la comunicación desde una perspectiva tecnológica.
Desde este modelo informacional
inicial hasta hoy se dieron conceptualizaciones, aportes y reformulaciones en
diferentes momentos y desde diferentes disciplinas.
Desde el terreno de la
lingüística estructural, Roman Jakobson aportó otra dimensión al modelo
matemático cuando incorporó el “contexto” en el que se produce la transmisión
de los mensajes y las diferentes funciones que puede cumplir el lenguaje. Los
estudios de la Escuela Funcionalista
irán produciendo avances
sobre ese modelo al considerar la influencia de los medios de comunicación en
la sociedad, el rol de los grupos de pertenencia, los efectos en las
audiencias. La teoría crítica trabaja su perspectiva desde una concepción del
poder y la sociedad de masas en donde los medios de comunicación se integran a
las fuentes de poder y a las autoridades para ejercer hegemonía. Desde esta
línea teórica se miran la ideología y la manipulación en los procesos de
comunicación.
En un momento, el papel del
receptor como subsidiario en el esquema de comunicación –que sólo parece modificarse
cuando ocupa el lugar del emisor– lleva a realizar nuevas proposiciones desde
diferentes disciplinas como la semiótica, la teoría literaria y ciertas perspectivas
sociológicas como las que representan los estudios culturales ingleses, que
permiten la superación de esta mirada pasiva del receptor y lineal de la
comunicación. Se considera entonces a las prácticas comunicativas como espacios
de interacción entre sujetos
(activos, protagonistas del acto comunicativo) en los que se observan procesos de producción de sentido.
“Los emisores ya no transmiten
unos mensajes significados elaborados en virtud de un instrumento neutro. Tanto
en la esfera de la emisión como en la de la recepción existe producción de
sentido, y no mera transferencia de los primeros a los segundos, aun cuando
ella sea desigual, no simétrica”
.
Tener presentes estos elementos a
la hora de analizar los procesos de comunicación obliga a reconocer que tanto
en la emisión como en la recepción, existe producción de sentido.
Con respecto a esto, María
Cristina Mata sostiene: “De aquí que podamos recuperar para la comunicación la
idea de contrato o negociación, donde ambas partes –emisores y receptores– son
activas, permaneciendo diferenciados sus roles y su capacidad de operar. Es
aquí que, reconociendo el indiscutible poder del emisor, debemos advertir en su
discurso la presencia activa de los receptores porque ellos están presentes
como término de su producción, como el otro que habla en lo que yo digo”.
Dentro del campo académico-científico
coexisten diversas interpretaciones sobre qué es la comunicación y cómo es el
acto comunicativo.
Las miradas que encontramos
históricamente sobre la comunicación llevan implícita una forma de ver al mundo
y se corresponden con una forma teórica de ver a la sociedad y sus relaciones.
Estas miradas tienen profunda relación con el contexto político en el que surgieron
y con las características de los procesos de comunicación que describen.
Por esta razón la comunicación es
definida desde diversas disciplinas de muchas formas, en diferentes etapas
históricas. Resulta interesante entonces la propuesta de Mario Kaplún de mirar
los procesos comunicativos en relación a las prácticas educativas porque, desde
este planeamiento, nos muestra diferentes modelos de comunicación desde
experiencias concretas por las que cada uno de nosotros es atravesado
cotidianamente y nos pone a reflexionar sobre nuestras propias prácticas
educativas comunicativas.
En su libro El comunicador
popular describe tres modelos de educación comparados con tres modelos de
comunicación que les corresponden: el modelo que pone el énfasis en los
contenidos, el que pone el énfasis en los efectos y el que pone el énfasis en
el proceso. Y afirma que “a cada tipo de educación corresponde una determinada concepción
de una determinada práctica de la comunicación”.
Fuente: “Comunicar el ambiente. Una nueva experiencia pedagógica”,
AA.VV. Universidad Nacional de La Plata, 2009. Pp. 21-23.