“Todavía hoy muchas personas creen que leer consiste en oralizar la
grafía, en devolver la voz a la letra callada. Se trata de una
concepción medieval, que ya hace mucho que la ciencia desechó. Es una
visión mecánica, que pone el acento en la capacidad de descodificar la
prosa de modo literal. Sin duda deja en un segundo plano la comprensión –
que es lo importante.
Más moderna y científica es la visión de que leer es comprender. Para
comprender es necesario desarrollar varias destrezas mentales o
procesos cognitivos: anticipar lo que dirá un escrito, aportar nuestros
conocimientos previos, hacer hipótesis y verificarlas, elaborar
inferencias para comprender lo que sólo se sugiere, construir un
significado, etc. Llamamos alfabetización funcional a este conjunto de
destrezas, a la capacidad de comprender el significado del texto. Y
denominamos analfabeto funcional a quien no puede comprender la prosa,
aunque pueda oralizarla en voz alta.
Sin duda, ésta es una concepción muy bonita, porque destaca la
universalidad y la igualdad de la lectura. Puesto que leer requiere
desarrollar estos procesos cognitivos y puesto que estos procesos son
biológicos y lógicamente universales..., ¡todos leemos del mismo modo!
¡Y todos podemos aprender a leer del mismo modo! Sólo se requiere
aprender a realizar estas destrezas cognitivas. Así, la lectura nos
igualaría a todos. ¡Qué bonito! Pero la realidad es más compleja.
Diversidad
En la vida real leemos de modo diferente un poema, una noticia, las
instrucciones de una tostadora o un contrato de hipoteca. La manera de
comprender cada uno de estos discursos varía: buscamos cosas diferentes
en cada caso y nos aproximamos de manera diferente a sus líneas. El
contenido, las palabras, las ideas y la lógica que las relaciona también
varían. Releemos el poema e incluso lo oralizamos y buscamos
interpretaciones libres y creativas; leemos sólo el titular de la
noticia y saltamos al texto para buscar un dato que nos preocupa;
barremos con el ojo cada paso de las instrucciones e intentamos
relacionar cada palabra con un objeto de la realidad.
¿Y qué pasa con estas nuevas formas de leer: buscar datos en
Internet, leer en diferentes lenguas, leer sobre disciplinas tan
dispares como la ciencia, la política o la economía? ¿También podemos
resolverlo todo con la alfabetización funcional?, ¿los procesos
mencionados bastan para explicar cómo lo comprendemos todo?, ¿cómo
leemos siempre? De ningún modo. Sólo pueden ser una parte – importante
pero parcial- de la explicación.
Lo que sabemos sobre las destrezas cognitivas de la comprensión es
importante. Aporta descripciones precisas sobre la conducta real y
experta de la lectura. Explica cómo funciona nuestra mente para
comprender, cómo formulamos hipótesis y hacemos inferencias. Ofrece
datos empíricos y detallados y teorías poderosas. Pero nos dice más bien
poco o nada del componente sociocultural, de las formas particulares
que adopta la lectura en cada contexto: cómo leemos la Biblia, cómo
chateamos con los amigos en la pantalla, cómo analizamos un informe
técnico, cómo hojeamos una guía turística en inglés o francés (con
grados diferentes de dominio de estos idiomas) o cómo atribuimos
significado a los artículos de nuestra disciplina y a los de otra que
desconozcamos.”
Fuente: Tras las líneas. Sobre la lectura contemporánea, Editorial Anagrama, Barcelona, 2006, pág. 21.